Musicalidad
Sangre fría en el asfalto, botas rotas en un charco. Esta noche, mi gente, de frente, tiene una cuenta pendiente y la va a querer cobrar. Nosotros no somos la generación de la X, ni la jota, ni la hache, ni la cu, a ver si me entiendes, el sol me rinde y la noche me enciende y me desgarran como Víctor Jara, el peligro de un hombre y una guitarra, como el sol de marzo, la lluvia en Londres.
Tan solo son rutinas, vidas cruzadas, allá donde se cruzan los caminos. Y dejar de lado la vereda, agradecer un nuevo amanecer borracho porque este mundo está dividido en jaulas y en mi interior siguen pululando la condena y el espanto. Miren las paredes, aún quedan letreros de algunos que han muerto. He llorado tanto y he llorado tan adentro que congela el pensamiento, eriza el vello y es incluso peor porque afecta al motor y no deja saber quién. ¿Sabes quién soy? Por favor, no me empuje, me puedo caer.
Sonrío, después de tanto tiempo, soy un niño grande con aspiración de gigante. Cuelgan del balcón del raval unas sábanas y eso somos tú y yo, el cielo y el suelo, intento escapar de no progresar y es verdad, ya no existen los príncipes azules pero busco la frecuencia que pueda con mis ansiedades, mis complejos y eres, siempre, la mejor de las personas que han pasado por mi estima. Mis palabras son más bellas en tu boca.
Veinte de abril del noventa. Amaneció, la vi irse sonriendo y me dijo «adiós, idiota», yo, de pronto, asumiendo, rebuscando. Menos mal que en el pecado original no tuvimos que ver nada. No le busques el sentido, niño, era la niña de azul en el colegio de monjas. Un desliz, una locura, un error. Otra vez llueve en Semana Santa pero tienes que entender que tanto hacerme correr me andan fundiendo los fusibles. Exijo compensación, aunque sea media pensión.
Siguiendo el rastro del Ángel Caído, oh inmortal Poseidón, el del furioso tridente, entran personas pero salen zombies, esto es Madrid, carne pá la picadora. Y yo no he muerto, me alegro de la lluvia porque, chaval, esto es Vallecas y ya cayó el telón de acero. La paz era una paloma y alrededor, los buitres. Ríe cuando puedas y llora cuando lo necesites, por mi parte bienvenido a mi tierra, hermano. La salvación me huele a rancio y camino por las calles de esta ciudad cantando y fumando, sin ti. Stephen King a mi lado parece Gloria Fuertes.
Maneras de vivir.
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