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El entrenador de bar
El Entrenador de Bar está en todos los campos, siempre. Nunca descansa. No hay día que no tenga que hacer algún comentario, en la banda, al entrenador de turno. O detrás de la portería. Incluso a veces es árbitro, señalando él las faltas como si de un colegiado se tratara. Nunca se equivoca y hasta a veces tiene acólitos que le secundan. Siempre está ahí llueva o nieve, incansable.
El Entrenador de Bar por supuesto no es entrenador titulado, ni falta que le hace. Desconoce cualquier metodología actual y sabe que los partidos se pierden porque los jugadores no corren, o son unos “matados” o les falta testiculina. Eso es así desde el principio de los tiempos. Y las conspiraciones. Siempre hay un enemigo invisible que le pone la zancadilla.
El Entrenador de Bar tiene las cosas claras: Los jugadores se dividen entre los que tienen lo que hay que tener o los que “sí, mucha calidad, pero luego no meten la pierna”. Nunca se pierden un partido, conocen cosas de los jugadores que ni siquiera han hecho y consumen una gran cantidad de tertulia “deportiva” así como todos los informativos deportivos. Tienen periódicos de referencia y siguen como palabra divina lo que digan sus gurús. Si los ven en un campo les explicará, con todo lujo de detalles, por qué se ha perdido el partido o cómo hay que hacer para ganar el siguiente. Te pronostican hasta quién va a ganar la liga en septiembre y, aunque cambien de opinión varias veces al año, siempre aciertan. El Entrenador de Bar nunca se equivoca. Nunca.
Pero existen otros tipos de entrenadores de bar. Dice Santiago Segurola que “Twitter es un bar de borrachos” y allí el Entrenador de Bar está presente, pero con diversas formas. Aquí el Entrenador de Bar 2.0 tiene barba rala de tres días, piernas de alambre y estética indie. Desde sus 280 caracteres y con la cara de no haber roto un plato hablan, a mitad de camino entre la pedantería y el desconocimiento, de cosas que apenas sí son capaces de discernir. Lo importante es el tono, monocorde, que engañe a las mentes hartas de gritos televisivos, para que su formato sea creíble. Cuando en realidad dicen las mismas incongruencias que los que llevan una bufanda en un plató. Más sofisticados, simplemente.
Para el Entrenador de Bar 2.0 los gráficos son imprescindibles, así como usar palabras que la mitad de las veces suenan huecas, como “Meritocracia”, por ejemplo. En su boca aparecen tecnicismos porque cree que eso le dará credibilidad y desdeña el chándal. La mayoría no han sido entrenadores nunca, pero se creen con derecho a juzgar lo que pasa en un campo de fútbol. Es básico que en su relato aparezcan historias sacadas de algún lado, anécdotas que potencien su perfil de investigador. Normalmente están en contra de todo lo que parece obvio y siempre tienen la última palabra. Siempre. Creen estar en el fútbol cuando en realidad, el fútbol nunca ha estado en ellos.
Huyan de los entrenadores de bar, siempre estarán pontificando, desde una grada, una barra, o una red social…
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