Una futbolista en el país de la guillotina
Alexia Putellas es un nombre que probablemente más del 50% de la población española desconoce. Pero acaba de hacer historia sesenta y un años después de que Luis Suárez levantara su Balón de Oro. En un país tan futbolero como es España la hazaña de Alexia abriría periódicos e informativos y hasta en un año tendríamos un documental sobre todo su recorrido. Sabríamos el nombre de su madre, de su padre y hasta de su tío, el del pueblo.
Pero Alexia es una mujer. Y en España, las mujeres futbolistas no tienen la consideración que sí tienen los hombres.
Desconozco el recorrido de la vida deportiva de Alexia al detalle pero probablemente no difiera mucho del que han tenido todas las niñas que querían jugar en el patio de su colegio al fútbol. De aquellas que destacaban por encima de sus compañeros masculinos, a las que «permitían» entrar en ese selecto grupo. Luego los partidos mixtos en categorías inferiores, los comentarios en las gradas, el paternalismo. Y ya después, el camino distinto, la madurez y el crecimiento físico, la primera división, la selección, la Champions League y la gloria del Balón de Oro.
Hace una década sería impensable que una jugadora española pudiera levantar un trofeo como el Balón de Oro. Es más, hace una década era de otra dimensión que el fútbol femenino fuera retransmitido, tuviera un equipo español campeón de Europa o hubiera aficionados que supieran el nombre del seleccionador español. Y todo eso lo han hecho, ya no solas, como siempre, sino contra todo y contra todos.
España es un país futbolero, de eso no hay duda. El fútbol acapara el 99% de todas las retransmisiones importantes, el país se paraliza si hay un mundial de fútbol. Es decir, tiene las infraestructuras para ser una potencia mundial. Por tanto, si tiene esa capacidad para competir y ser referencia, ¿por qué las mujeres no han tenido esas oportunidades? Para que las mujeres no hayan tenido esas oportunidades se han esgrimido (y se seguirán esgrimiendo porque el machismo no desaparece rápidamente) diferentes argumentos/excusas para no permitir el acceso a las mujeres a un lugar equitativo. Que si el fútbol femenino es más lento, que si es aburrido, que si no es técnico. Que si no genera beneficios.
Esas excusas baratas (Florence Griffith es la mujer más rápida en 100 metros de la historia y cientos de hombres han corrido esa distancia en menor tiempo que ella, pero nadie diria que Griffith era lenta, ¿verdad?) solo sirven para reafirmar comportamientos mezquinos de sometimiento a la mujer de uno u otro modo. Dicen que el fútbol femenino no da beneficios. Pues bien, tenemos a una catalana levantando el trofeo que le acredita como la mejor futbolista del mundo ante los ojos de millones de espectadores. Millones. Al lado de Messi.
¿Quieren beneficios? Pónganles los mismos medios y alejen su paternalismo.
El mundo está diseñado por y para los hombres. Es el canon estándar. Por el que todos nos regimos. Androcentrismo que durante siglos ha dominado todos nuestros actos. La pregunta es cuándo cambiaremos eso.
Hace años que una mujer pudiera jugar al fútbol se veía con desprecio. Que pudiera ganar dinero con ello, de otra galaxia. Que fuera reconocida mundialmente, imposible. Alexia Putellas lo ha logrado jugando en una liga en la que hay un equipo pionero como el Rayo Vallecano femenino donde no pueden ni atender a las jugadoras cuando se lesionan porque su club les ha abandonado. Y no es por falta de medios, es por mezquindad y desprecio.
España sigue siendo un páis de pandereta cuando se trata de dar oportunidades reales a las mujeres, el famoso techo de cristal. Pero con el fútbol no tiene excusas, las vergüenzas son demasiado notorias. Tienen las infraestructuras, solo necesitan que se ponga el foco en ellas. Los beneficios económicos llegarán porque el avance social es imparable, quieran o no.
Este premio que levanta Alexia va por cada niña que soñaba con ser futbolista en la España franquista, por cada jugadora que era insultada por hombres en campos de fútbol, por el desprecio de los entrenadores, por los que las llamaban «chiquitas» a pesar de tener 25 años, por esas jugadoras que se abrían paso a codazos en los ochenta viajando de punta a punta por España en coches, por estas jugadoras que en los noventa tenían que aguantar insultos homófobos cuando corrían por la banda. Por esas niñas a las que no dejan jugar en el patio del cole.
Por Mari Mar, Victoria, Beni, (no les sonará ninguna pero forman parte de mi infancia. y es una pena que no hayan visto jugar a Mari Mar, créanme), por Auxi, Laura, Keka, Natalia. Por toda una generación de mujeres que jugaban contra todos mientras un mocoso veía jugar a su hermana mayor. Por mi hermana Cristina y sus compañeras, que aguantaron carros y carretas por amor al deporte en los ochenta y en los noventa (daría para un libro). Por mi hermana Beatriz, que nunca permitió que nadie infravalorara el poder de las mujeres. Por unos padres, los míos, que permitieron que sus hijas practicaran el deporte que querían sin complejos, lejos de miradas que pudieran denotar desaprobación.
Por esas pioneras que comenzaron contra todos y fueron sumando apoyos. En esos hombros se apoyan ahora Alexia, Jenni, Aitana, Patri y tantas otras. El futuro será suyo queramos o no. Ahora mismo, en el patio de un colegio en España hay una futura niña que ganará el Balón de Oro. Es labor de todos facilitarle las condiciones para que pueda lograrlo. Lejos de miradas de reprobación, con los medios para poder crecer, con apoyos económicos sostenibles y duraderos.
España, ¿a qué estás esperando?
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!