La Vocación

Ser profesor tiene una parte vocacional. Algo dentro de ti piensa que le gustaría pasar tiempo con gente más joven y poder enseñarles alguna materia. La vocación es algo que no es inmutable o inamovible: va por ciclos, a veces te aferras a ella, otras veces pasa inadvertida y las menos, se quiere tirar por el desagüe.

Tener una vocación implica un poco de fundamentalismo, de creencia en lo que se hace, pero la vida te va moldeando según quiere. Uno nunca en excesivamente fundamentalista con el paso del tiempo, pues sabe que hay muchos impostores por el camino. El de la docencia es uno de ellos. ¿Qué quiero enseñar? ¿Querrán que les enseñe? ¿Aprenderán? Son intangibles que, por una suerte de alquimia, confluyen.

Nunca se sabe cuándo uno es bueno enseñando ni si los resultados son el baremo ideal. Lo que un profesor sí que sabe es que el paso del tiempo hace que se afinen más los sentidos y la intuición. Lo que antes era fervor en las creencias se torna aperturista en su aplicación práctica.

Para ser un profesor vocacional se necesitan dos cosas: la primera, querer enseñar; la segunda, apreciar a las personas. Es imposible dar clase a alumnos que no quieres, que no aprecias, que no respetas. Lo demás es una retahíla de conocimientos sin receptor, algo vacío, inocuo.

Un profesor debe querer enseñar (otro día hablaremos de los alumnos y su querencia por aprender).

Pero hoy toca hablar de la vocación, algo que se torna oscuro según pasan los años. Hay mucho profesor que no tiene vocación en la enseñanza, o la tuvo hace muchos años y la ha perdido por el camino, harto del sistema educativo, los alumnos o todo en general.

Los hay también que quieren un sueldo, buen horario y echarse a dormir. A esos los alumnos los calan rápidos. Y es que puedes ser buen o mal profesor, pero lo que nunca puedes tener es la indiferencia de tus alumnos en el trato humano. Los alumnos son jóvenes, pero no estúpidos.

Sobre la vocación, tengo para mí que aquellos profesores de infantil y primaria tiene más querencia por los chicos y chicas que por su materia a impartir, mientras que los de secundaria lo tienen al revés, primero su materia y luego el alumnado. Quizá sea la diferencia entre ser maestro y profesor.

La vocación a veces pasa de largo y otras veces se queda. Es labor de todo docente intentar mantener el fuego vivo para las generaciones venideras y saber que dentro de unos años alguien dirá «quiero ser profesor porque tuve buenos profesores».

La única vocación eterna es La vocación de San Mateo. Corran a Roma a verla.

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