El prestigio, ser fiel a tu idea

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Escribía Alfredo Relaño, a la sazón director del periódico deportivo AS, poco después de que España ganara el Mundial de Fútbol en 2010 y fuera apalizada por una selección argentina desbocada con el talento descomunal de Lionel Messi en partido amistoso, que la selección no debía perder prestigio.

Y eso es de lo que vamos a hablar hoy, del prestigio. Pero antes, toca hablar de cómo se consigue ese prestigio. Porque no lo regalan, no lo enseñan en ninguna escuela aunque todo el mundo hable de él. El prestigio muchas veces es algo fatuo y, en multitud de casos, una fachada que esconde incompetencia gracias a estómagos agradecidos que sazonan con palabras edulcoradas el mayor de los vacíos. Pasa en todos los ámbitos de la sociedad y el fútbol no es ajeno a ello. «Crea fama y échate a dormir» que dice el refranero.

Pero el prestigio, otras veces, se gana siendo fiel a una idea pergeñada a lo largo del tiempo, madurada a fuego lento, una línea a seguir que, tras varios años, da sus frutos.  No nos engañemos: cualquier idea, por mala que sea, obtiene resultados satisfactorios si se deja el tiempo necesario. A veces, un proyecto solo es eso, tiempo. Y a veces el prestigio se alcanza momentáneamente solo dando tiempo a un proyecto.

El problema muchas veces es mantener ese proyecto, esa idea a seguir, pues desaparece cuando se suelen ir las mentes pensantes que lo edificaron. Entonces todo son brumas tras un breve aprovechamiento de la cosecha que se dejó tras su paso. Se vuelve a la nada, a la confusión, a no entender qué está pasando. «¿Cómo perdemos si hasta hace nada ganábamos y éramos admirados en todo el mundo?» podría pensar alguien.

Ser fiel al modelo que te hizo ganar se sustenta en una convicción inamovible: da igual lo que pase si tienes claro el camino a andar. Como dice el famoso poema de Robert Frost, titulado «El camino no elegido»

Seguramente esto lo diré entre suspiros
en algún momento dentro de años y años
dos caminos se abrían en un bosque, elegí…
elegí el menos transitado de ambos,
Y eso supuso toda la diferencia.

Por tanto, lo primero que hay que elegir es una identidad que te lleve a la consecución de la meta y sea diferente de la del resto. Como explica Fernando Rivas, entrenador de la jugadora de bádminton Carolina Marín, para ser el mejor no puedes copiar el modelo de los mejores, porque eso ya lo hacen ellos y tienes que encontrar un modelo distinto que te haga superarlos.

El prestigio no consiste en ganar títulos, pero lo alimenta. Si se piensa en la Holanda de Cruyff o el Brasil del 82 siempre se hablará con admiración pero aparecerá el resquemor de no haber levantado el trofeo. El prestigio dura, pero alguien siempre pondrá pegas, probablemente por la querencia a tener algo tangible. Si has ganado mucho, tu prestigio será grande y tendrás que seguir ganando para poder mantenerlo. Y ese es el fondo de este texto.

¿Por qué el Fútbol Club Barcelona se ha alejado tanto de lo que le hizo ser un equipo ganador y reconocible a todos los niveles? ¿Por qué el Real Madrid decidió, vía presidencial, que el dedo de un entrenador en el ojo de otro le señalara el camino? ¿Qué pensaba Luciano Moggi cuando se lucraba para que la Juventus de Turín obtuviera victorias a cambio de favores? ¿Qué sucedió en Alemania para que en los años 90 sus equipos no lograran mejores resultados? ¿Cómo pudo la selección francesa tener un ambiente tan enrarecido relacionado con supuesto racismo en 2008 tras sus éxitos anteriores?

El prestigio, como todo, es importante cuidarlo, porque el diablo está en los detalles. Pero es que además no es solo una cuestión estética, es que da resultados. Y las consecuencias, o al menos algunas, son las siguientes:

  • Ser fiel a tu modelo (de club, de imagen, de juego…) da réditos porque es el camino más corto para llegar a la cima de nuevo sin fiar todo a la suerte.
  • Que sea un modelo ganador para ti no implica que lo sea para otro club o persona, por eso es importante hacer tu propio camino.
  • Cuando has perdido tu camino, recuperarlo es más sencillo si tienes una hoja de ruta. Por tanto, es recuperable si hay voluntad de hacerlo.
  • Con tu modelo, puedes volver a ganar incluso más, porque has aprendido de los errores anteriores.
  • Económicamente también da réditos, porque hace que te posiciones en niveles reconocibles para el gran público (y para la gente que viste de traje), además de ser un activo económico importante, ya sea promoviendo canteranos, lo cual da imagen de pertenencia y evita fichajes innecesarios o bien fichando jugadores deslumbrantes que reactiven tu economía con otro tipo de activos.

Después de lo expuesto, parece que apostar por una idea/modelo da beneficios y hace aumentar tu prestigio a medio plazo. En un mundo de inmediatez donde ayer ya no existe, las prisas no son buenas consejeras. Menos cuando hablamos de balances, gastos, amortizaciones de deuda, salarios y contratos.

Una de las grandes falacias que subyacen para despreciar lo que te hizo grande es pensar que hay que cambiar, que si no te mueves te has quedado desfasado, como si actualizar tu modelo solo fuera posible rompiendo con el anterior. Esto, que es una falacia monumental, expone a las claras que en realidad lo que se quiere hacer es construir tu propio modelo no siendo fiel a la realidad de un club, que, a pesar de ser una empresa, es también el sentimiento de miles de aficionados. Por supuesto que hay que variar y actualizar, pero no echando por tierra los principios básicos con los que te reconocían en pos de no se sabe qué cosa efímera que llena los bolsillos de la gente que manda pero deja vacíos los corazones de aquellos aficionados que sienten vergüenza cuando piensan en su escudo. Entonces ¿por qué pasa esto?

Quizá algunos de los factores que más tenga que ver con el prestigio sean la vanidad y la egolatría, cuando no el trilerismo y las ganas de hacer una bolsa de dinero robando al contribuyente/socio. En una época donde gente alejada del sentimiento del club se hace con el poder, es complicado identificarse con lo que sucede en el terreno de juego. Así, cuando todo colapsa (porque queramos o no, colapsa), uno se pregunta bajo el humo de ceniza que desprende la casa qué hacer para reconstruirla. Y vuelve a los planes originales, a ceñirse a lo que sirvió en el pasado. Visto así, ¿por qué hay que esperar a que la casa se derrumbe? ¿No sería mejor identificar las posibles señales antes?

Habrá quien crea que no. Habrá quienes, alimentados por el odio o la sed de fama relaten que los que estaban equivocados eran los otros. En su empeño por admirar a Napoleón, pensarán que merecen una corona de laurel en la cabeza. Cuando sea demasiado tarde, el club no tendrá identificación alguna con su afición, porque poco a poco fue borrando el camino que les llevó juntos a ser lo que eran. Y tengamos una cosa clara: el aficionado quiere que su equipo gane, faltaría más, pero sobre todo quiere verse reconocido en él. Y eso se traspasa de generación en generación.

No vivimos en una época de tirar prestigio de manera gratuita, pues ya las redes sociales se encargan de difamar a distancia lo que no se suele decir a la cara. Para ello, es importante echar la vista atrás y conocer el camino que andaron otros antes que tú.

Y cuidar ese camino antes de que sea tarde.

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