España: Propuesta de Cultura Deportiva

A nadie se le escapa que España es un país eminentemente futbolero. Normal, teniendo al mejor club del Siglo XX, el Real Madrid, en sus tierras. O al Fútbol Club Barcelona, elogiado globalmente por una propuesta de juego que ha atraído a miles de seguidores. Entre títulos, espectáculo y opinión pública es imposible abstraerse de ello. Por no hablar de otros equipos de fútbol, claro, que movilizan, cada uno a su nivel, a todos los estamentos políticos y sociales necesarios.

Pero España también encumbra a otros deportistas. No a otros deportes. A deportistas. Encumbra a Rafa Nadal, insaciable ganador de la tierra batida de Roland Garros, encumbra a Pau Gasol, ganador de anillos en la NBA, encumbra a Carolina Marín, profeta en una tierra lejana como es Indonesia, por golpear un objeto del que hasta hace bien poco no se sabía ni el nombre, llamándolo «la plumilla». De Fernando Alonso, de Alberto Contador. O de Marta Domínguez, que luego fue «una mentira».

Pero España no es un país polideportivo. Ni de lejos.

Dos factores provocan este efecto: la centralización focalizada en Madrid y la falta de cultura deportiva en España.

Madrid como medida de todas las cosas

Madrid capitaliza (nunca mejor dicho) y absorbe, cual vórtice, todo aquello susceptible de ser promocionado en forma de éxitos, ya sean deportivos o monetarios. No pasa nada en España sin que en Madrid se sepa. Todo pasa por Madrid y Madrid está encantada de que pase todo por sus manos. Esto podría ser bueno si todos esos activos que pasan por la capital se redistribuyeran en una mejora para la periferia territorial, pero todo lo que no sea un balón que se golpee con los pies queda barrido o muy reducido. Madrid no es una ciudad polideportiva, ergo España tampoco lo es. Ahora, que Madrid es capital mundial del deporte, apenas hay promoción a varios niveles, lo que habla muy mal de una ciudad que tiene capacidad (e infraestructuras, que para eso aquí el pelotazo urbanístico está a la que salta) para albergar unos Juegos Olímpicos y que candidatura tras candidatura ve cómo los intereses de sus mandamases chocan frontalmente con los deseos del COI. Tener el 80% de infraestructuras construidas para unos JJOO son el paradigma de la especulación madrileña y la falta de apoyo a varios niveles (una candidatura regional no puede ganar nunca a candidaturas donde el grueso del país está detrás, con lo que de inversión eso tiene para los negocios) han provocado debacle tras debacle. Solo se agita su propaganda para desviar la atención o maquillar estadísticas.

Si Madrid es el modelo que absorbe al resto de ciudades y Madrid es una región que vive por y para el fútbol, ¿qué le espera al resto?

Fuera de Madrid, caminos propios y alternativos

Lejos del foco madrileño y si exceptuamos Catalunya, que merece un espacio aparte, hace mucho frío. Salvo magnates como Lendoiro, que reavivaron instituciones en hockey patines y fútbol , o constructores e inversores que han puesto dinero en deportes como el balonmano (San Antonio en Pamplona, Ciudad Real, Bidasoa, Teka en Cantabria) o el baloncesto (el Ros Casares en baloncesto femenino, por ejemplo), las estructuras que se podrían haber tejido no han sido todo lo sostenibles que fueran necesarias. El triatlón, con gran tirón en los últimos años, sigue al alza a pesar de todas las trabas que pueda haber. Para el piragüismo es complicado encontrar recursos. Y luego está Catalunya.

Catalunya ha tenido una visión más aperturista y moderna (en el sentido gaudiano) que Madrid (en el sentido cervantino). Los JJOO de Barcelona fueron un espaldarazo a nivel de promoción, recursos e infraestructuras. Además, el club de referencia, el Fútbol Club Barcelona, posee distintas secciones, lo que le convierte en el manido mantra del «Més que un club», aunque eso a veces sea más efectista que efectivo. Si bien parece que todo es de color de rosa (si la memoria no me falla, el 82% de los participantes españoles en los JJOO de Pekín eran catalanes o mallorquines) en todas partes cuecen habas. El fútbol fagocita el resto de recursos del Barça, con lo cual el problema no es (o no solo es) la promoción de otros deportes. Hay que creerse el ser polideportivo.

El fútbol, problema y solución

El problema de España es el fútbol pero no es el fútbol. Intentaremos explicar esto con detenimiento. El fútbol es un deporte con un tirón entre los seguidores españoles como ningún otro deporte, pero ¿por qué España es un país futbolero? Lo primero sería por razones de infraestructura: jugar al fútbol es algo muy sencillo, solo necesitas una pelota y dos mochilas. Lo segundo sería el bombardeo sistemático que se hace del fútbol como si fuera un deporte mejor que otros. Desmintamos un mito: ningún deporte es mejor que otro. Todos son igual de buenos en cuanto a valores, compromiso y espectáculo. El fútbol no es mejor que la lucha, el ajedrez o el curling. Ya lo decía Parlebas, todo depende del significado y los valores que tú quieras darle, el deporte no es ni positivo ni negativo per se.

Si nos bombardean con fútbol cada día, si el fútbol ocupa más espacio que otros deportes, si hay programas especializados en fútbol en cada cadena y los habitantes de nuestro país salen a la calle en tropel cuando la selección gana algo, ¿el problema es el deporte en sí o el abuso que hace la gente que vive a costa del fútbol quienes generan debates de opinión vacíos que solo sirven para mantener a la gente embobada? Habrá quien piense que esto es matar al mensajero, pero aquí incluyo a todos los que viven a costa de él, sean medios de comunicación, tertulianos y estamentos. Se prioriza el fútbol porque se orienta al ciudadano a que consuma fútbol. Ese fútbol que también, a veces, consigue arreglar déficits de otras secciones y aparecer como salvador o como foco de reconocimiento a una ciudad. Quizá mucha gente no sepa dónde está Aberdeen, Timisoara u Odense de no ser por el fútbol.  El fútbol fagocita todo, lo bueno y lo malo.

Descentralizar el fútbol de la sociedad

«Los jugadores de fútbol ganan mucho», se suele escuchar de la boca de la gente a la que no le gusta el fútbol. Y los futbolistas ganan mucho, como otros deportistas. Conor McGregor, Lebron James, Tom Brady o Lewis Hamilton no les van a la zaga (todos hombres, claro, salvo que te llames Serena Williams en la lista de elegidos no entra una mujer). El deporte genera muchísimo dinero, pero también el dinero viene de otros medios publicitarios. Y si ganan casi lo mismo jugando que haciendo publicidad (en algunos casos, más con lo segundo), cabría preguntarse por qué ese dinero no va destinado a otros lados. Se habla mucho de que las mujeres del fútbol femenino no generan lo mismo que los hombres. ¿Cómo lo van a generar si no les dan repercursión mediática y social? Solo hay que ver el caso de Alexia Putellas. Si esto es aplicable dentro del mismo deporte en la dicotomía hombre/mujer, ¿por qué no hacerlo con otros deportes si ya hemos explicado anteriormente que todos los deportes son igual de buenos o malos? ¿Por qué no descentralizar el país diversificando recursos y dando promoción e importancia a cosas que hasta ahora no lo han tenido? ¿Por qué la liga española de fútbol debe ser mejor que la liga española de baloncesto, o de balonmano, o de rugby?  Tenemos ejemplos cercanos en otros países.  Nueva Zelanda y Gales tienen el rugby, Francia, además del rugby, tiene el balonmano. ¿Por qué no querer ser más polideportivos si eso redunda en una mejor concepción del deporte y una mayor cultura polideportiva de sus ciudadanos?

Quizá toda aquella gente que de joven despreciaba el deporte porque el deporte significaba fútbol tendría otra concepción. Y el fútbol no puede fagocitar todo lo que toca. En contraposición a esto habrá quien diga que en el patio de un colegio o instituto se juega solo al fútbol pero eso es una verdad a medias: cada vez juegan menos motrizmente y más digitalmente a través de sus móviles. Y luego, siempre hay gente que juega al fútbol, que por sus características es un deporte más masivo que el baloncesto o el voleibol, pero que también se practican en los recreos. Sobre la asignatura de Educación Física también se pensará que todo el día es un balón de fútbol y hacer el Test de Cooper, pero nada más alejado de la realidad. Lo primero solo se aplica en 2º de la ESO (la antigua ley LOMCE, por la que todavía se rige el Decreto de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, es muy restrictivo en ese sentido y encorseta todos los contenidos que se imparten) y sobre lo segundo siempre hay docentes que no evolucionan. Pero eso, como dicen en Irma la dulce, es otra historia.

Inversión, no rentabilidad

Llegados a este punto habrá quien diga que lo comentado antes está muy bien pero que no hay nada tangible, que no hay propuesta. Pues a ello vamos.

Partamos de una premisa algo utópica: hemos conseguido cambiar la visión que tienen la altas esferas sobre el deporte y el uso partidista. Vamos a priorizar el deporte como hábito saludable entre la población.

Algunas propuestas pueden ser:

– Apoyo institucional para la promoción del deporte, como se ha venido haciendo pero implementándolo todavía más.

– La base del juego como motor para prevenir problemas alimentarios. Que la gente joven debe hacer ejercicio es algo sabido. El aumento de horas de EF mejorará ese aspecto, pero además se tendría que organizar un plan para el uso de los espacios públicos para cualquier ciudadano. No solo que hagan deporte, sino que quieran hacer deporte.

– Limitar el espacio de clubes de fútbol y gimnasios. Esto tendrá muchos detractores pero no es necesario tener treinta equipos de fútbol en una misma zona de tu ciudad. No solo genera endogamia deportiva, sino que no hace ningún bien al deporte para mejorar sus capacidades. Es invasivo, no instructivo. Si se limitan los clubes de fútbol y se potencia (con ayudas) a la creación de otros clubes deportivos de, por ejemplo, balonmano, gimnasia o rugby, fomentas la polideportividad. Respecto a los gimnasios, si limitas su espacio provocas que, por un lado, el culto al cuerpo no sea tan desorbitado como ahora y, por otro lado, «obligas» a los conciudadanos a usar la ciudad como un lugar de práctica de ejercicio. De una ciudad sostenible y sin contaminación hablamos otro día.

– Fomentar la práctica de un deporte individual, de adversario y colectivo: El multideporte es algo básico en edades tempranas e influye en una futura especialización. Si el estado concede ayudas para fomentar la multidisciplinariedad (el colegio es un buen lugar para practicar diferentes deportes así como convenios con federaciones) estaríamos logrando individuos más autónomos. Pero claro, es complicado todo eso en un mundo de academias de inglés o de refuerzo, clases de conservatorio o de otro tipo. Sabemos que a todo no se puede llegar, pero sí se puede ofertar creyendo en ello.

– Promocionar el deporte inclusivo a todos los niveles: Prioritario que se tome conciencia de ello. Hay gente que no sabe qué es la boccia o el goalball. Hay que dejar de ser analfabetos deportivos.

– Limitar el espacio del fútbol en los medios de comunicación: a nadie le importa el último corte de pelo de Mbappé o Neymar. Eso no es deporte. Culturizar al espectador es tarea de los medios de comunicación, entre otros. Especialmente de los que mandan. Soy entrenador de fútbol y no hay deporte que más ame, pero no todo puede mercantilizarse.

Show me the money

Seguramente alguien pensará que todo esto es muy bonito pero de dónde va a salir el dinero para sufragar todo esto. La respuesta es bien sencilla: como hasta ahora, solo que poniéndolo en otro lado. Si hay dinero para el fútbol también lo hay para otros deportes. ¿Que no son rentables? Denles tiempo. ¿Y durante ese tiempo qué hacemos si hay pérdidas? No serían tan elevadas y para eso el estado, en su política para cambiar la cultura deportiva de este país, invertiría durante un plazo de tiempo. Si pasados 5-6 años el club no es sostenible es que no merece estar.

Todo esto llevaría unos tiempos de incertidumbre que los que ahora tienen la sartén por el mango no desean pero que mejoraría en mucho a medio y largo plazo nuestra higiene deportiva, siendo espectadores críticos, polideportivos, más sanos y comprensivos, con una capacidad de conocimiento más profunda, siendo, en definitiva, ciudadanos útiles y críticos que no se dejan arrastrar por debates superfluos sobre el nuevo coche del futbolista de turno.

Dinero hay, solo que siempre está en las mismas manos. Y ese es el problema, que no quieren compartir un trozo del pastel. Solo desde un hartazgo social que engulle a paladas espectáculos deportivos de dudosa calidad, cuando no la prostitución intelectual en pos de un beneficio posterior gracias a loar a seres superiores provocará que todo esto cambie.

La pregunta no es si se logrará. La pregunta es cuándo empezará a caer.

 

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